Hay algo que no solo me ha
indignado últimamente a mí por ser una mera estudiante de Periodismo que aspira conseguir
un puesto de trabajo algún día, sino a un gran colectivo-por no decir la
mayoría- de profesionales de los medios de comunicación que cada día se esfuerzan por realizar con eficacia su
trabajo.
Pocos minutos antes de la
comparecencia de Rajoy en la rueda de prensa con Herman Van Rompuy, la Secretaria
de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro, indicó a los representantes
de la prensa que estaban presentes en el acto que se había acabado el acuerdo
interno puesto en práctica desde hace más de diez años para los dos turnos de
palabra autorizados a los medios españoles cuando Rajoy comparece en rueda
conjunta con un mandatario extranjero. Los medios elegidos en esa ocasión
fueron Antena 3, Tele 5 y ABC.
Como muestra de su respeto a la
libertad de prensa todavía vigente (nótese mi sarcasmo), Moncloa decidirá según
sus propios criterios a partir de ahora qué periodistas pueden preguntarle al Presidente del Gobierno Mariano Rajoy en
las ruedas de prensa, vetando así al resto. ¿Qué significa e implica esto? Pura
censura de prensa, señores. Imagínense el siguiente supuesto: X es un
periodista que tiene fama de formular preguntas que pueden llegar a incomodar a
los mandatarios políticos. ¿Creen que la Mocloa dejará realizarle preguntas a
Mariano Rajoy libremente o que optará por quitarle su turno de palabra? La
respuesta es evidente.
La periodista Cristina Pardo dijo
en su cobertura para el programa televisivo de LaSexta “Más vale tarde” una frase que, aunque pueda resultar vulgar, es
la realidad de lo que está sucediendo en estos instantes en el ámbito periodístico
español: “nos están dando una patada en el culo”. Y es totalmente cierto.Una patada tan enorme y dolorosa que hace que los periodistas huyan de España en busca de otras zonas para desempeñar su empleo y que los aspirantes universitarios se dejen desanimar por este tipo de repugnancias que abundan. Parece que quieren silenciar a los periodistas, negarles la oportunidad de
ofrecer a los ciudadanos preguntas que le interesan de gran relevancia -no
olvidemos que el periodista habla en nombre de ellos al ser portavoces de las
cuestiones que les preocupan-, y cuando no existe periodismo, lamentablemente
tampoco la democracia.