Señores y señoras, adolescentes
con derecho a voto y a todos aquellos que reúnan los requisitos indispensables
de electores, el circo ya va a comenzar
en unos breves instantes. Solo queda que escuchen los discursos de cada payaso
y que opten por simpatizar por uno de forma predilecta. Cada uno expondrá sus
aparentes objetivos, sus intenciones y planes de futuro, mientras que ustedes
se limitarán a escucharles con atención y dedicar parte de su valioso tiempo a
pensar acerca de cuál debe ser elegido. Sin embargo, los payasos solo están
para hacernos reír en una realidad fantasiosa.
Tristemente, tras los votos, las
promesas que supuestamente cumplirían acaban convirtiéndose en mentiras, y
ustedes en individuos que se han dejado llevar por aduladores que consiguieron
ser unos perfectos oradores, para ganarse solamente sus confianzas durante un
corto periodo te tiempo. Y aunque hay payasos más buenos o benevolentes que
otros, lo cierto es que ninguno se libra de que le crezca la nariz, fruto de
sus engaños y falacias.
Y cuando los ciudadanos
contemplan el incumplimiento de todo lo que aquellos sujetos prometían a priori de ser elegidos, optan por quejarse, hacer ruido en la
sociedad e incluso exigir la dimisión de estas personas en el poder. Al
parecer, aquel payaso que al principio era tan divertido y comprensivo en el
que depositó su confianza se ha convertido en un déspota aborrecible. Pero no se engañen: si ese individuo está en
el poder, es gracias a usted. No finja ahora no haber sido partidario de su
partido y mucho menos no haberlo alabado y considerado que con esa persona el
futuro de un país iría a mejor.
Exigimos la verdad por parte de los altos cargos, pero
los primeros que no somos sinceros somos nosotros. ¿O acaso me equivoco?