No puedes seguirme por la simple
razón de que no sabes encontrarme. Vivo en un constante laberinto. Puede que creas conocerme, pero
probablemente te equivoques y conozcas una faceta que yo quiero que veas. Te
engaño y simplemente me dejas hacerlo. O finges a la perfección. Y por mucho
que lo intentes, déjalo ya de una maldita vez. Es inútil. Probablemente, no vas a saber quién soy hasta
el punto final, cuando acaba todo, que se supone que es cuando desaparezco y
dejo de existir. Dejo de respirar.
Y es que no hay vida suficiente
para conocerme, pero siempre en el camino tengo que esquivar a personas que
creen ser interesantes y tener comentarios dignos de mentes prodigiosas
cuando lo cierto es que al decirlas quedan como lo que son: verdaderas
idiotas egocéntricas. De vez en cuando, es preferible callar antes de demostrar
la estupidez que les caracteriza. No me interesa lo que puedan opinar de mí, o incluso si les
disgusta algo que digo, llevo o hago. No sé por qué me dan sus opiniones cuando
no se las he pedido y mucho menos me interesa. Pero paso, asiento a esos efímeros
comentarios y mi cabeza hace un viaje a las puertas prohibidas de mi mente.
Podría entrar en sus juegos de niños, pero prefiero quedarme ronca gritando en
silencio antes que rebajarme a sus alturas y formar parte de ese ridículo espectáculo en el cual quieren hacerme partícipe.
Con frecuencia, suelo pasear por las esquinas de mi vida sin
remedio, sin ganas de hacer nada, me concentro en sobrevivir. Para ello es
necesario abrir bien los ojos, despegar los párpados, quitarse las legañas y observar
bien lo que acontece. Solo así reconoces que si no tienes fe en ti, nadie lo
tendrá. Pero tampoco espero que nadie la tenga, lo que piensen los demás no es
tan relevante como lo que puedas pensar de ti.
Pero nadie puede afirmar con
rotundidad que me conoce. Y que alguien lo diga es algo que consigue sacarme de
mis casillas. He atravesado umbrales de dolor que nadie lograría sospechar,
pero no presumo de ello, como otros hacen. Simplemente sigo viva, pero me
desconoces, tal vez deberías tener miedo por ello. Puede que nadie me
comprenda, pero quizás eso me agrade. Lo único que puedes saber es que soy un
completo desastre que siempre consigue lo contrario a lo que quiere. Y podría
seguir detallando más cosas insignificantes acerca de mí, ¿pero para qué? Mejor
no te digo más, debido a que tampoco te digo menos.