Reconozco que no soy
una gran aficionada al fútbol, y menos una seguidora de la Unión Deportiva Las
Palmas (UD Las Palmas). No obstante, ayer fui una de las tantas personas que
vio el polémico partido que este equipo tuvo con el Córdoba CF. El hecho de que
no sea del club canario no implica que, si ascendía a Primera División, no me
alegrase. Al contrario, sería motivo de satisfacción que un conjunto canario estuviera en ese puesto tras
una temporada de esfuerzo y esto tendría efectos positivos en las Islas
Canarias. Pero la ilusión de la UD Las Palmas, como todos saben, terminó cuando
un par de cretinos decidieron saltar al terreno de juego a celebrar “la
victoria” de su equipo y llevarlos así a la derrota. El cuento de la lechera se
repite.
A falta de un minuto
para el final, gran parte de los hinchas se lanzaron al campo para invadirlo y
festejar una celebración que acabaría siendo una vergüenza para los canarios,
pues ahora se generalizará y todos seremos objeto de burla por esos inoportunos
payasos. Durante ese tiempo, el entrenador del Córdoba, Chapi Ferrer, aprovechó
para preparar la última jugada, que resultó ser un milagro que hizo que el
equipo subiese a Primera después de 42 años. Y visto lo
visto, este triunfo fue más que merecido, ya que no fueron partícipes del
lamentable escándalo y supieron guardar la compostura. El presidente de la UD
Las Palmas estaba enfadado al terminar
el partido: “Hay gente que no respeta las normas y por esta minoría la UD Las
Palmas pierde la ilusión de algo que tenía en sus manos”, indicó Miguel Ángel
Ramírez. “El árbitro me dijo que quedaba un minuto y lo decidió suspender, de
no haber pasado esto, habríamos ganado”, explicó.
Tras la derrota, un
grupo de aficionados iniciaron una batalla campal contra los presentes en el
terreno de juego que obligó a la Policía a intervenir. De hecho, algunos hasta
robaron botellas de agua del banquillo e increparon a los jugadores del
Córdoba. Personalmente, me molesta muchísimo que en la mayoría de las noticias
se hable de la afición amarilla como unos vándalos, cuando también hubo
admiradores que lloraron por la desilusión, que felicitaron y aplaudieron a los
componentes del equipo contrario. Pero las cámaras de televisión no grabaron a
esos buenos seguidores, pues lo que vende es el morbo y la violencia es algo
idóneo para ello.
¿Qué hubiera pasado si
Las Palmas hubiese ganado? No se puede responder con certeza. Puede que esto
supusiera un beneficio económico para Gran Canaria y para el sector turístico.
Pero no nos engañemos: que para esto hace falta unos dirigentes políticos
eficaces capaces de paliar el desempleo y desigualdad social, algo que hasta
ahora ha sido imposible. Sin embargo, una de las preocupaciones añadidas a esto
es la educación, que tristemente parece ir en decadencia. ¿Tanto esfuerzo
requiere quedarse sentado en las gradas disfrutando de un partido de fútbol? ¿Cómo
es que, siendo tan inteligentes los niños, son tan estúpidos la mayor parte de
los adultos? En fin, un triste final para el sueño canario. Espero que la próxima
vez den un ejemplo de respeto y enseñanza en lugar de favorecer a la ignorancia
y deshonra.