El pasado 7 de
noviembre tuve la oportunidad de asistir a unas conferencias pertenecientes a
la jornada de “Comunicación en conflictos armados y crisis humanitarias.
Relaciones entre militares, periodistas y cooperantes: el caso de África”,
organizada por la Universidad de La Laguna (ULL). Los ponentes invitados al
acto, entre los que destacan Rosa Calaf, Nicolás Catellano y Pepe Naranjo,
analizaron las complejas relaciones que existen entre los diversos medios de
comunicación, las fuerzas militares y los cooperantes en entornos bélicos y
conflictivos. A continuación, destacaré algunas conclusiones e ideas a las que
llegué tras escuchar las interesantes ponencias de la jornada.
Cada día apreciamos en
los medios de comunicación noticias y materiales audiovisuales acerca de los
numerosos conflictos bélicos que se están efectuando en diversos sitios.
Gracias a estas coberturas informativas, todos somos conscientes de la
implacable realidad que acontece en los territorios del mundo y de las
contiendas que se producen. No obstante,
a veces, el público llega a ignorar e infravalorar la importante tarea que
realizan los profesionales que les transmiten dichos conocimientos, sin saber
las consecuencias que estos sufren a su costa. Ser periodistas de guerra
implica afrontar situaciones peligrosas, arriesgadas y estar, en numerosas
ocasiones, dispuestos a poner la vida en juego para poder informar de lo que
sucede.
Una de las conferencias
que más me hizo reflexionar fue la de “Lágrimas de cocodrilo en Lampedusa”, a
cargo de Nicolás Castellano, periodista especialista en inmigración y
cooperación al desarrollo de la Cadena Ser. En su intervención denunció las
terribles condiciones para inmigrantes en los centros de acogida en Lampedusa y
los fracasos de los políticos al posponer la toma de decisiones ante los naufragios,
mencionando que “¿acaso 400 muertos no son los suficientes como para tomar
medidas al respecto?”
Lo cierto es
que tal como afirmaba Castellano, nos venden la idea de que la inmigración es
un grave problema y que hay que defender nuestras fronteras con uñas y dientes,
recurriendo a patrullas aéreas y marítimas. ¿Cuál es el resultado? El
despliegue militar fijado significa más muertes y sufrimiento. En lugar de ser
Europa una vía de escape para los más desfavorecidos, se encuentran con que se
les dificulta el acceso y desaparecen o fallecen, cuando lo que se tendría que
hacer es externalizar nuestra responsabilidad.
Como mencionó el
ponente, falta interés político ante tales sucesos. Los altos cargos afirman
que tomarán medidas al respecto, se centran en los medios de comunicación de
expresar su solidaridad ante las cámaras, pero una vez fuera, parecen olvidarse
de todo lo que ha salido por sus bocas y posponen la toma de decisiones
argumentando que hay otros asuntos prioritarios que deben atender. ¿De verdad
no es relevante que cada día mueran personas intentando empezar de cero y
buscando una vida mejor para sus familias? A mí, al menos, me parece eso más
importante que otras tonterías de las que se hacen cargo en la que no hay
implicadas vidas en juego.
Los medios de
comunicación tienen el deber y la obligación de explicar por qué la gente se
marcha de su país, al mismo tiempo que comunicar el contexto de los sucesos.
Necesitamos mirar las cosas más allá del titular de los periódicos, tenemos que
profundizar en lo que está sucediendo en diversos lugares del mundo, en lugar
de quedarnos con una vaga idea de lo que acontece.
Imagen de la jornada, sacada por el periodista Nicolás Castellano |