En el Estatuto del Periodista Oficial, que aunque no
lo parezca está en fase de tramitación en las Cortes, se establecen una serie
de derechos y deberes que todo profesional de los medios debería cumplir.
Entre los deberes de los periodistas, resalto
tres correspondientes al código deontológico que tendría que cumplir los
trabajadores de toda empresa periodística:“Respetar
el derecho de las personas a su propia intimidad e imagen, especialmente en
casos o acontecimientos que generen situaciones de aflicción y dolor, evitando
la intromisión gratuita y las especulaciones innecesarias sobre sus
sentimientos y circunstancias, especialmente cuando las personas afectadas lo
expliciten así”;”observar
escrupulosamente el principio de presunción de inocencia en las informaciones y
opiniones relativas a causas o procedimientos penales en curso” y “observar especial cuidado en el empleo de
imágenes que, por su crueldad, puedan dañar la sensibilidad del público. Se
evitará, especialmente, la utilización morbosa y fuera de contexto de estas
imágenes, sin que ello justifique la ocultación de los elementos esenciales de
los hechos noticiosos, como guerras, atentados, accidentes u otros semejantes”.
El
gran problema existente en el mundo periodístico, a mi parecer, es que el
verdadero Periodismo está sobrevalorado: todos afirman hacerlo, pero solo unos
pocos valientes merecen el honor de llamarse a sí mismos periodistas. Desgraciadamente,
la mayor parte de la ley de la oferta y de la demanda en la sociedad está
basada en el sensacionalismo: difundir imágenes morbosas que impacten directamente
en la mente de la audiencia; manipular toda la información posible; en hacer de
toda declaración un absurdo juicio para condenar a una persona, líder o
institución; emplear titulares polémicos, etc. Lo más gracioso es que dichos
medios sensacionalistas son los que más audiencia tienen y, por lo tanto, los
que más ganan. Por ello creen tener derecho a afirmar que hacen Periodismo
cuando se encargan de hacer un circo mediático, cuyo instrumento clave es
manipulación y absorción de los cerebros de las personas.Pero
a pesar de este anticuado tabú, el Periodismo está más vivo que nunca, y aquí
una servidora piensa que con un poco de suerte nunca morirá. Pero a veces, esa
misma servidora teme que en un futuro las personas dejen de creer en él por
culpa de la corrupción periodística y de las demandas del público.