¿Por qué pasarse el día actuando
en lugar de ser cómo eres? ¿Por qué fingir ser quien no eres cuando estás en
público? ¿Por qué en vez de decir las cosas a la cara lanzas indirectas
destructivas e injuriosas a través de
redes sociales y luego no mencionas a la persona a la que va dirigido? ¿Por qué
aparentar tener un estado de ánimo ante el exterior cuando no es el que sientes
en tu interior? Podría seguir haciendo preguntas existenciales en esta farsante
sociedad, pero no tengo tiempo. Es hora de acabar con la hipocresía.
Peco de sinceridad, es mi peor
defecto. No obstante, prefiero decir lo
que siento que son verdades en lugar de autocensurar mis pensamientos, callarme
y ser la sumisa de un par de idiotas cuyo cuantioso ego evidencia su propia insignificancia
y estupidez. Hace años creía ser una persona inferior en comparación con el
resto, pero con el paso del tiempo he llegado a entender de que no soy inferior
que nadie, pero tampoco mejor. No entiendo como hay gente que tiene que estar
en uno de los dos extremos, sin poder centrarse en uno. Pero ese es otro tema
aparte.
Odio lo que veo a mi alrededor.
Todo se basa en simulación barata que esconde una falaz intención, porque al
final todo se basa en el interés, y parece que todos aceptan en sus vidas
llevar ese pacto implícito. Pero creo que es hora de llevar a cabo una
revolución para acabar con las mentiras. Sin embargo, cada día me percato de
que soy la única que parece darse cuenta de la situación y a la que le
preocupa. La falsedad es un valor social que ha acabado siendo aceptado por
todos. Me resulta tan irónico y ridículo escuchar a dos personas hablar como si
fueran dos almas gemelas y luego percatarme de que, tras la espalda, se dan
puñaladas mutuas y que hablan verdaderas inmundicias de ambas.
Es triste ver a lo que muchos han llegado,
pero lamentablemente soy solo una persona invisible. No puedo cambiar el modo
de pensar de los demás y sus actitudes. Pero al menos puedo intentar al menos
reparar, por mi parte, la hipocresía que hay a mi alrededor. Por eso, voy a
seguir haciendo lo que hago siempre: hablar claramente, defender lo que pienso,
pasar de los demás, ignorar los enfados y bobadas que mis palabras puedan
causar (siempre que esté justificado, pues también hay que saber reconocer los
errores propios). Y lo que tengo claro es que no voy a tolerar ni que se rían
en mi cara ni soportar a gente altiva que cree ser el ombligo del mundo.
Y como no quiero resultar ser
como las personas que critico, en esta entrada me estoy refiriendo a todas las
personas que hay ahora mismo a mi alrededor, no hago distinción. Soy consciente
de las personas en las que puedo confiar y en las que no, pero es que ver la
porquería que me rodea a pesar de mis intentos fallidos de huida es horrible.
Maduremos y acabemos con la
hipocresía, las cosas se dicen a la cara, no en redes sociales. Es muy fácil
hacerse el golfo por internet, pero falta valentía a la hora de hablar cara a
cara.