Para la asignatura de Literatura de la Universidad de La Laguna, hemos tenido el privilegio de poder elaborar un trabajo consistente en entrevistar a un autor canario y nos ha tocado, por fortuna, al escritor Ernesto Rodríguez Abad. La entrevista que se expone a continuación, por lo tanto, forma parte de un proyecto de trabajo que ha sido fruto de la colaboración y del esfuerzo tanto de los componentes de mi grupo y yo, por lo que a continuación merecen ser nombrados: Alejandra Aguado, Aída Muñoz, Leonor Pestano, Víctor Marrero y Damián Cruz. Esperamos que disfruten de la entrevista romanceada y sirva para conocer mejor a este gran autor.
El
despacho es austero a simple vista. Con paredes blancas y luces fluorescentes.
Algo impersonal, algo artificial. El escritorio permanece despejado, excepto
por un cubilete con varios lapiceros y bolígrafos. Documentos y cartapacios
agrupados en montones sobre las estanterías. Los profesores y el papeleo
siempre van de la mano.Nos invita a
pasar y se acomoda en su asiento. Da unos golpecitos al reloj que lleva en su
muñeca izquierda. "Se ha parado", dice mientras se coloca bien las
gafas de pasta verde tras las que nos mira.Detalles
escondidos empiezan a cobrar significado: unos discretos cuadros, algo
torcidos, coloreando la gris monocromía; un curioso móvil, formado por placas
metálicas, colgando junto a la puerta; el pequeño caballete de pintura que
asoma en uno de los estantes. Las persianas –rojo bermellón– están echadas,
dividiendo el mundo exterior del universo de fantasía en el que habita Ernesto Rodríguez Abad. Profesor.
Escritor. Artista. Sonriente, nos ofrece unos caramelos.
Desde
pequeño tenía muy claro que la literatura era algo especial para él. Pasó su
infancia en Los Silos, un pueblo bastante aislado, "no había librerías, no
había bibliotecas, pero había una señora que trabajaba en África. Cuando venía,
su barco hacía escala en Las Palmas, ella me buscaba un libro especial y me lo
llevaba. Eran textos de los que no se ven mucho, y eso me fue embrujando. Me
fue llevando a un mundo de fantasía que fue mi salvación en un momento
determinado". Juguetea con las manos, ausente del ahora. Recuerda los
hombres y las mujeres de su pueblo, las historias que contaban, a veces
fantásticas, a veces de pescadores, a veces mentiras impresionantes y
fabulosas. "Decidí empezar a escribir desde que acabé la carrera. Primero
fueron libros de ensayo, estudios sobre poetas, sobre escritores de aquí...
luego decidí lanzarme al mundo de la creación; y aquí estoy" abre los
brazos al despacho. "Me encanta el trabajo con el alumnado, debatir con
ellos textos literarios. Estoy dando una asignatura que es 'Técnicas de
expresión en español', de primero, y que, junto con la escritura, permite
desarrollar mi pasión por la literatura".
Su
amor al teatro también es conocido. Aunque lo dejó, hay veces que aún necesita
poner un pie en el mundo del escenario, que es complicado "pero hermosísimo",
explica. "El primer libro de cuentos con el que gané el accésit del Premio
de Relatos Santa Cruz de Tenerife fue lo que me hizo creer que mi obra
resultaba atractiva. Empecé entonces a escribir y publicar mucho teatro. Es un
mundo muy complejo, y muchas veces ingrato. Poner en pie una obra conlleva
sacrificar partes de tu vida y de tu tiempo. Pero me sigue gustando". Se
humedece los labios y nos echa una mirada cómplice, "en el Festival de Los
Silos, interpretando la última escena de Rosita,
la soltera, hay un monólogo de Rosita muy fuerte en el que habla de que ha
vivido la vida engañada y ya es una vieja; sale a pasear y ya no puede caminar,
todo el mundo la adelanta... Había una señora de unos 90 años entre el público,
que imitaba a la actriz gritando '¡Como yo, mi niña, como yo!', y yo no podía
con la situación. Es uno de esos momentos en que piensas que realmente se ha
creído la obra. Y lo peor es que tienes que continuar sin reírte, permanecer
estático sobre el escenario escuchando el monólogo del personaje que, en un
principio era trágico y que, con esta anécdota, se convirtió en una comedia".
Ernesto
Rodríguez actualmente, no solo escribe, sino que también dirige teatro. Su
pasión por este arte viene en parte por su amor a la ilustración, "en Cuentos Africanos (para perder el miedo)
me atreví a plasmar algunos de mis dibujos", destaca sin pretensiones.
Ernesto
Rodríguez Abad durante un festival de cuentos
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Sonríe con tono burlón, un
recuerdo acaba de venirle a la memoria. "Ubú rey es una obra francesa de Alfred Jarry. Esa obra inicia lo
que son las vanguardias artísticas, siempre ha sido puesta en escena por grupos
muy independientes y rebeldes. Ubú rey
es la destrucción de todo. Jarry destruye cualquier noción de poder, de familia,
de Gobierno, de religión... Hicimos una traducción complicadísima de esta obra
–también participó Benigno León en la dirección– para el teatro universitario,
y entonces, me decidí por actuar. Fue muy arriesgado, yo estaba ya dando clases
en la universidad, y el resto de actores eran alumnos. Pero nunca he tenido
miedo a hacer cosas ni a experimentar, porque creo que la vida está para eso,
para tratar de ser feliz y descubrir todo lo que tienes delante, ya que a veces
el arte te ayuda mucho a descubrir el mundo."
Un
papelillo no cesa de dar vueltas entre sus dedos. Es indiscutible que mantiene
una relación muy estrecha con ese país de dragones y princesas donde viven
quienes aún no han crecido. "Yo no puedo separarme de la infancia, ni del
mundo de la fantasía. Creo que es tan real como el mundo en que vivimos. Si
hablamos de dragones es porque hay conceptos que encierran los propios
dragones; si hablamos de hadas es porque a través de un hada desarrollamos
conceptos en torno a ciertas actitudes y conflictos humanos. Un niño entiende
la realidad y las cosas porque los cuentos le ofrecen un mundo alternativo. Yo
tampoco puedo separarlos".No
hay desdén ni reproche cuando habla de quienes creen que escribir para niños es
algo menor, "porque lo cierto es que es algo difícil y complejo. No puedes
caer en la ñoñería de usar diminutivos todo el tiempo, pues el niño deja de
leer. Ni puedes llegar a pensamientos muy profundos, porque el niño tiene un
proceso de evolución determinado. Pero al mismo tiempo tienes que ofrecerle
literatura, buenos textos y conflictos que le interesen. Una vez en
Fuerteventura, estaba contando un cuento mientras un niño me tiraba de la
chaqueta sin parar y decía: 'Cuente cuentos de zombis, de muertos vivientes'
¡Me dio un miedo!", una risa limpia y sincera inunda la habitación. "Estoy
muy contento de relatar para niños. Cuando eres niño es cuando conservas la
pureza.Si logras que tu niño
interior siga viviendo, puedes tener 80 años y aún poseer la capacidad de
asombrarte, de buscar cosas. Te haces adulto de verdad, cuando te sientas a
esperar a la muerte. Ahí es cuando sale la parte menos creativa y más
desagradable de los humanos."
Ernesto
Rodríguez Abad - Encuentro Internacional de Narración Oral
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Arruga ligeramente el entrecejo.
"Soy muy creativo con la enseñanza. Opino que nos enseñan para usar la
cabeza de una forma fría y racional. No nos educan para crear, para enseñarnos
que tenemos otras posibilidades con las que podemos soñar. La fantasía es un
mundo maravilloso que también explica muchas cosas. En una charla que tuve en
la universidad con Ana María Matute, le preguntaron por qué una señora de
ochenta y pico años, que había sido una escritora realista y seria, escribía
libros sobre hadas a esta edad. Ella simplemente se echó a reír y dijo: «Mira,
si existe la palabra ‘hada’ en el diccionario es tan real como cualquier otra
palabra que designe algo tangible. Si hemos tenido que crear esa palabra es
porque hemos tenido la necesidad de tener un personaje que ejemplifique muchas
cosas». Estamos muy acostumbrados a menospreciar todo ese mundo de fantasías.
Yo creo mucho en los niños y en la creatividad, a veces desenfrenada, que
pueden tener cuando los dejas libres."
En
su libro Tres relatos fugaces de pasión y
otros cuentos de amor, el lector encuentra mezcladas historias de apasionado amor junto a microrrelatos
perversos como 'Aldo'. "Aldo..." repite en un murmullo. Sus ojos se
abren de par en par, "no recordaba ese cuento", sonríe asombrado.
"Con ese libro quise desmitificar muchas ideas. Toda la pasión y todo el
amor que tenemos los seres humanos se van por caminos que pueden acabar
pareciendo extraños. Un tío tan perverso como Aldo es un tipo de “héroe”
literario que no suele ser utilizados. En mi primer libro, Historias extrañadas, hay personajes muy escabrosos que reflejan
las pasiones más escondidas de los seres humanos, y yo creo que la literatura
tiene que destaparlas. Le estás dando al lector las posibilidades de conocer
diferentes comportamientos humanos, diferentes maneras que no son las más
adecuadas, pero que de verdad están ahí. Hay Aldos reales por el mundo".
Un largo suspiro y deja caer la espalda sobre el respaldo del asiento. "Ahora
escribo muy diferente. Quizás algún día vuelva. Últimamente estoy trabajando en un libro de microrrelatos
góticos porque me gusta retomar ese tipo de personajes. A lo mejor en lo que he
publicado no están, pero yo siempre escribo textos para contarlos en el
Festival de Los Silos, que es donde sale lo más grotesco, lo más extraño… el
otro día acabé un cuento que tuve que hacer un esfuerzo para escribir, porque
me daba un asco terrible. Lo rechazaba, pero sabía que tenía que terminar aquel
cuento."
En
su última obra, Escritos en la corteza,
advierte al lector, ya en el prólogo, que las historia que desea narrar pueden
resultar algo extrañas, poéticas o incluso increíbles, "es un juego muy
cervantino. Es lo que hace Cervantes en El
Quijote. Hay una manera de jugar con el lector, de decirle si le va a resultar
muy fantástico, si no va a acabar por creérselo. Me gusta mucho sentir ese
juego interactivo y enfrentarme a adolescentes". Escritos en la corteza lo publicaron en una serie para
adolescentes, aunque él no lo considera lectura juvenil. "No lo escribí pensando
en chicos, pero no veo la diferencia: me da lo mismo. Lo que pasa es que a
veces, al ver que está publicado en una colección para escolares, puede ignorarse.
Pero si uno pierde ese complejo, encuentra un libro perfectamente para adultos",
donde los árboles son los protagonistas. "Yo no puedo vivir sin Los Silos,
sin el monte y sin el mar. Los árboles son algo muy significativo en mi vida.
Para mí son una metáfora del mundo, de todo lo que germina y todo lo que
continúa. Es un libro de mis viajes, versiono cruces de leyendas y visiones muy
particulares. En cada árbol fui encontrando una respuesta a historias que
quería escribir, dándoles también una pequeña reivindicación ecologista. A mí,
más que la crisis, me preocupa el cambio climático y cómo estamos dañando el
mundo. Vivimos engañados al no ver que la auténtica crisis es el propio cambio
climático, que se nos viene encima. La destrucción de la naturaleza puede
llegar a ser irreversible."
En su pueblo, este año se celebra
la XVIII edición del Festival Internacional del Cuento de Los Silos, del que es
director, y se conmemorará la figura de José Viera y Clavijo, quien también vivió
allí. Una gran herencia cultural. Además, se creó el primer periódico de
Canarias, La Gaceta de Daute,
"por eso Los Silos estará adornado, hasta el día 7, con periódicos por
todas partes... si la lluvia nos deja", ríe, "una especie de homenaje
a la prensa. Por otro lado, Viera y
Clavijo fue pionero en preocuparse por la educación. Para mí es un personaje
completísimo". Le brillan los ojos mientras enumera las proezas del
escritor. "Yo empecé a soñar con historias de piratas y la isla de San
Borondón gracias a sus cuentos. Se merecía que le dedicásemos el festival;
muchas veces los canarios no nos damos cuenta de que aquí ha habido escritores,
acontecimientos culturales y personajes que valen la pena", hace una
pausa. "Yo soy muy poco nacionalista. Quiero ser como Viera: un
cosmopolita. Pero para ello hemos de tener unas raíces sólidas y así
ramificarnos hacia el resto del mundo."
Vivimos
en una realidad globalizada, inundada por la tecnología. Su libro Cuentos para soñar África tiene incluso
una aplicación Apple. "La esencia de la literatura no está en el papel, la
pantalla o la voz; está en la emoción que despierta en quien la produce y en
quién la consume. Disfruto igual escuchando un cuento, abriendo mi iPad o
tocando el papel mientras me deslizo por una historia. Vivo en este momento y
soy un producto de la sociedad en la que me nuevo."