23 sept 2013

Memorizar para aprobar: el gran error del sistema educativo



Memorizar para aprobar. A mi parecer, ese es el peor fallo del sistema educativo español. Los alumnos no estudian con motivación de aprendizaje, razonando para poder entender con detalle el temario que se les exige para superar los requisitos de cada asignatura. En lugar de eso, hacen en su mente un “corta y pega” textual en el que combinan fragmentos de libros y las palabras mencionadas en clase por sus profesores. Pero, ¿sirve esto para algo?


Imagina, por un instante, que estás comiendo un manjar delicioso, uno de tus preferidos. ¿Qué harías: zampártelo de un bocado sin más, con toda la inmediatez del mundo; o, por el contrario, hacerlo de manera paulatina para poder saborearlo y disfrutarlo lo máximo posible? Resulta evidente que la segunda opción sería la más viable. Tomando esta ilustración como ejemplo, de manera similar, los alumnos no deben “zampar” todo el contenido educativo que el sistema ofrece sin “saborearlo”, y hacerlo les supondría el riesgo de sufrir un “empacho educativo”. Es cierto que algunos platos nos gustan más que otros, pero esas asignaturas que tanto odiamos también tenemos que superarlas. Esto se asemeja, en cierta medida, a cuando nuestros padres nos obligaban a comer alimentos que aborrecíamos: puede que, con el tiempo, nos acaben gustando y  acabemos dándonos cuenta de lo necesario que son para tener una dieta saludable.


No se aprende reteniendo información, es algo que sirve en vano, pues acabaremos olvidando e incluso ignorando todas las novedosas competencias que podemos adquirir al estar a nuestro alcance en los diversos centros de formación educativa. En cambio, si estudiamos con sensatez con la meta de aprender y no con el fin exclusivo de aprobar un determinado examen, seguro que lo enseñado perdurará en nuestra memoria durante mucho tiempo. Sin embargo, parece que, llegados a este punto, estuviese culpando a los estudiantes de esta lamentable situación de aprendizaje, cuando ellos tan solo tienen una parte de culpa y son, habitualmente, víctimas del sistema. ¿Por qué afirmo esto? Porque hay más factores que contribuyen a esta efímera formación de ignorantes incapacitados. 


A lo largo de mi experiencia como estudiante, me he dado cuenta de que existen tantos tipos de profesores como tonalidades de colores. Al igual que tú, me he topado con profesores estrictos que, a pesar de dar la impresión de ser demasiados estrictos, han logrado inculcarme conocimientos que  no he olvidado; también he visto al “profesor colega”, que finge ser simpático, pero que en época de exámenes saca su verdadera faceta maligna; como no, destacar a esos innumerables profesores pasotas que no saben explicar y pretenden que aprendamos  por nuestra cuenta. Cada tipo de docente tiene su método de enseñanza: para algunos lo fundamental es aprobar exámenes; otros le dan más importancia a los trabajos y asistencias presenciales a sus clases; mientras que algunos, que considero más eficaces, combinan todos estos factores para que el alumno alcance los objetivos de la asignatura.


Siempre he sido creyente de lo que menos importancia debería tener son las pruebas escritas, pues con ellas no puede juzgarse si un alumno ha aprendido o no algo durante el curso. Me parece injusto, debido a que, aunque suene a excusa, un mal día lo tenemos todos y, en ese supuesto, influiría para mal en la nota final. En mi opinión, se aprende más asistiendo a clase y efectuando trabajos de investigación que impulsen al estudiante a interesarse por el tema. Además, las exposiciones orales ayudan en gran medida a entender lo explicado en las aulas, aparte de traer consigo otros beneficios adicionales como perder la timidez al hablar en público.


Pero, ¿para qué engañarnos? La realidad está demasiado lejos de mi maravillosa utopía de sistema evaluativo. Lo que tiene relevancia son los exámenes, que se han convertido en una desoladora obsesión compulsiva para estudiantes y profesores; y como no, para el sistema educativo, que es el que ha fomentado esta epidemia.