23 jul 2013

La capacidad de cambiar un país


Haifaa Al Mansour, de 37 años de edad, es la primera directora de cine de Arabia Saudí que consigue rodar una película en tal territorio, algo significativo si tenemos en cuenta que en ese país no existen salas de cine, las mujeres viven discriminadas y ,además, se ven obligadas a salir a la calle totalmente oculta tras velos.


"La bicicleta verde", su ópera prima, (que fue estrenada en España el pasado 28 de junio), es una denuncia feroz sobre esa situación de sumisión en la que la mujer saudí vive  en la actualidad cada día y en cómo se puede luchar para cumplir sus sueños. Todo esto lo representa mediante el personaje de Wadja, una niña de 11 años que anhela con ansias comprarse una bicicleta con la cual poder echar carreras junto a su amigo Abdullah. Sin embargo,este deseo tan solo es una mera quimera para una niña saudí, pues la sociedad machista en la que vive impide que las niñas puedan montar en bicicleta e incluso, cuando son mayores, se les prohibe conducir.

En esa sociedad también era absolutamente impensable que una mujer fuese capaz de dirigir una película, pero Al Mansour consiguió romper ese tabú dejando claro que su única meta era "mostrar con honestidad y sin ofender lo difícil que es ser mujer en Arabia Saudí". No obstante, lograrlo no fue nada sencillo ni fácil, al contrario. De manera similar a la joven protagonista de la película, la directora tuvo que esquivar muchos obstáculos para poder realizarla, como las continuas amenazas de muerte que recibía. El rodaje en un suburbio de la capital, Riad, fue especialmente complicado a pesar de tener todos los permisos necesarios para ellos, ya que la ley vigente prohibe que las mujeres sean vistas en público en compañía de hombres o que ambos trabajen juntos en un espacio público. 

*Haiffa Al Mansour


Cuando se rodaban escenas en exteriores, Haifaa se metía dentro de una furgoneta, donde lo veía mediante un monitor y daba órdenes a través del empleo de walkie-talkies o gritos. Ella misma explica que " fue muy difícil y muy frustrante porque quería estar allí con los actores, interactuar con ellos. Pero también tenía claro que eso era otro desafío que no me iba a parar. Si esa era la manera de hacer las cosas en Arabia Saudí, las hicimos para conseguir hacer la película". También a esto se sumaron dificultades a la hora del casting del reparto de la película, pues es difícil realizar un casting abierto en el país árabe y más aún si se trata de niñas. A Waad Mohammed, quien fue la encargada de interpretar a la niña protagonista, no la encontraron hasta una semana previa al comienzo del rodaje, mientras que el papel de madre estuvo a cargo de Reem Abdullah, una famosa estrella de telenovelas saudiés y que protagonizaba una película por primera vez.

Como hemos dicho antes, en Arabia Saudí las mujeres no tienen poder de elección: están obligadas a salir a la calle cubiertas con la alabaya (túnica negra que oculta todo su cuerpo y las hacen invisibles), no pueden caminar en soledad, viajar, trabajar, ni tampoco operarse sin un permiso de su tutor (un familiar varón de su familia que, algunas veces, suele ser su hermano menor). Y sobra decir que tampoco tienen derecho a casarse con una persona que no sea musulmana (aunque los hombres puedan hacerlo hasta con cuatro mujeres sin importar su religión) o a votar ni estudiar carreras que son consideradas "de hombres", como Derecho, Arquitectura o Ingeniería. Desgraciadamente, al lista de prohibiciones es  interminable, aunque paradójicamente todo esto transcurra en un país donde cada vez hay una mayor cifra de universitarias y las nuevas tecnologías se han impuesto forzosamente.

La cineasta, pese a que queda mucho camino por recorrer para lograr el cambio social, se muestra optimista y cree que las generaciones futuras serán las que protagonizarán este esperado cambio. De momento, gracias a su ejemplo y  constancia, ha  sido capaz de motivar a las saudíes a creer en sí mismas y a perseguir sus sueños, aunque esto implique una serie de obstáculos que tengan como finalidad fundamental desmotivarlas y hacerles creer que jamás lograrán sus objetivos. Y es que la esperanza es lo último que se pierde.




*Imagen de El País, Rocío Ayuso, Los Ángeles 22 JUN 201