21 oct 2013

El eterno retorno


"Todo se va, todo vuelve: eternamente gira la rueda del ser. Todo muere, todo vuelve a florecer, eternamente corre el año del ser. Todo se rompe, todo se vuelve a juntar de nuevo; eternamente la casa del ser se construye ella misma. Todo se despide, todo se vuelve a saludar; eternamente permanece fiel a sí mismo en anillo del ser. En cada instante comienza el ser."

Este fragmento corresponde a la obra  Así habló Zaratustra, del alemán Friedrich Nietzsche, uno de los filósofos más influyentes del siglo XIX y XX, tanto por su carácter crítico como por su propuesta de trasmutación de los valores de la cultura occidental, plasmada en el ideal del Superhombre. En el libro mencionado el filósofo nos habla de su intuición del eterno retorno, que quiere decir que los ciclos temporales, que empiezan y acaban con constancia, se repiten de manera infinita. Esto significa que cada persona está condenada a desaparecer del mundo, regresar al próximo ciclo y volver a vivir la misma vida que un día tuvo, lo que implica que su existencia estará marcada por los mismos acontecimientos y acciones de cada individuo.

Nietzsche en 1869, fotografía del
estudio Gebrüder Siebe
Nietzsche afirma que este inevitable eterno retorno le llena de consuelo y alegría debido a que en el mundo, donde todo pasa y se transforma, la realidad condenada a morir en un determinado ciclo acabará retornando,y lo desaparecido será vida una vez más. El eterno retorno, es decir, la infinita repetición de todo aquello existente, ha sido interpretado de diversas maneras. Se relaciona con la visión cíclica de algunos pensadores griegos y que fue ignorada por el judaísmo y cristianismo.No obstante, también puede reconocerse en él el influenciamiento de la idea cristiana de la resurrección, del retorno a la vida de aquello que ya ha existido con anterioridad, pese a que esta no implique que todo suceda del mismo modo que en la vida anterior.

Según la perspectiva nietzscheana, el mundo se ve dominado por la voluntad de aceptarse y repetirse, una voluntad que se traduce, a su vez, en una eterna necesidad. Por lo tanto, el amor al destino del filósofo consiste en amar lo que s necesario, la aceptación del destino enigmático del mundo.Aunque a título personal no comparto esta filosofía, si volviésemos a existir infinitas veces, entonces deberíamos intentar que cada uno de nuestros actos, incluso los más cotidianos, sean tan buenos que merezcan ser dignos de una repetición continua. De lo contrario, estaríamos destinados a repetir  nuestras malas experiencias.