Todos deseamos ser felices, poder
llevar la vida que tanto anhelamos sin obstáculos y dificultades que nos hagan
desviarnos de ese idóneo camino. Aunque el concepto de felicidad es relativo y
propio para cada individuo, lo cierto es que alcanzarla siempre ha sido uno de
los objetivos prioritarios del ser humano desde los tiempos más remotos. Sin
embargo, tras mucha meditación, he llegado a la conclusión de que nos pasamos
la mayor parte de nuestra vida intentando adquirir la felicidad sin darnos
cuenta de que, frecuentemente, somos felices sin saberlo.
Siempre he defendido que la
felicidad es algo cambiante, pues se basa en distintas etapas. Me explico: resulta
evidente que todos pasamos por rachas mejores y otras, por el contrario,
peores, algo que sin duda afecta directamente a nuestras circunstancias y hacen
que afrontemos situaciones más desagradables o deleitosas.Con normalidad,
cuando atravesamos las fases caracterizadas por múltiples disgustos, no podemos
ser felices en términos que engloban todo lo que dicho concepto conlleva. Por
lo tanto, mi deducción es que en los malos momentos no somos felices, mientras
que en aquellos en los que no tenemos que preocuparnos por las dificultades
inexistentes, lo somos. Desde mi punto de vista, esto es algo demasiado lógico
y entendible para cualquier persona, no obstante, no todos opinan del mismo
modo que yo, algo que también es muy respetable.
Como dije con anterioridad, cada
persona tiene su propia idea de en qué consiste la felicidad, tal vez sea ostentar
un puesto laboral de gran prestigio; pertenecer a la élite social; poseer
grandes recursos económicos; etc. También son muchas los sujetos que se
intentan autoconvencer de que están destinados a una eterna infelicidad y que
son los seres más desgraciados del mundo, cuando con tan solo ver las noticias
a diario podrían darse cuenta de la suerte que tienen en comparación con otros.
Por otro lado, están los que opinan haber obtenido la verdadera felicidad, pero
que, en realidad, están cegados por una mala interpretación de lo que ella
significa.
¿Cómo saber si somos felices? Ni
siquiera sé contestar a dicha cuestión sin contradecirme a mí misma y escribir
cosas que pudieran parecer, a primera vista, inentendibles. Pese a esto, puedo
afirmar que siempre llegará un punto en nuestras vidas en los que echaremos la
vista atrás y pensaremos “en aquella época era feliz y no me daba cuenta de que
lo era”. Por eso, he optado por entender que, en lugar de preocuparnos por
alcanzar la felicidad, deberíamos preguntarnos primero qué entendemos por
felicidad y dejar de obsesionarnos con si lo somos o no. Al fin y al cabo,
muchos somos felices sin saberlo.