Hoy quiero compartir una historia bastante triste y sórdida contigo. Se trata acerca de un niño llamado Jimmy, que tiene 8 años y vive en unas condiciones lamentables. Yo no lo conozco, pero la periodista estadounidense Janet Cooke sí, de hecho, es ella quien se encargará de contar el estremecedor relato sobre el niño a través del reportaje que hizo de él en el prestigioso y reconocido periódico The Washington Post.
"Es un niño de 8 años, adicto a la heroína. Un niño precoz, con pelo abundante, ojos aterciopelados y con marcas de agujeros en sus delgados brazos.Él
es adicto desde los 5 años. Aun así hay una expresión angelical en su
cara redonda y pequeña cuando habla acerca de su vida: ropa, dinero, los Orioles de Baltimore y la heroína.
El mundo de Jimmy son las drogas pesadas y el dinero fácil.
Él cree en esa vida. Todos los días, los drogadictos le compran heroína
a Ron, el amante de la mamá de Jimmy, en la sala de su casa. Ahí se dan
el “hornazo” en la cocina y se inyectan en los dormitorios.Jimmy
prefiere este ambiente al de la escuela, pues sólo una asignatura le
parece relevante para llevar a cabo sus sueños. “Quiero tener un auto,
buenas ropas y un buen lugar para vivir” dice, “Por eso, presto mucha
atención a la clase de matemáticas porque me permitirá mantenerme cuando
tenga algo que vender”.
“Usted
puede usar esas habilidades en este tipo de negocio. Siempre habrá
trabajo, formas de hacer dinero para hacer lo que quiera. Vender lo que
la gente quiere comprar” dice en un tono pragmático.Jimmy quiere vender drogas. Aunque sea en la calle más importante del Distrito, Condon Terrace,
y allí algún día intercambiará heroína, como “Ron, mi hombre”. Y con
ese dinero “compraría un pastor alemán, una bicicleta y tal vez una
pelota de baloncesto” dice, “y guardar el resto para comprar (heroína) y
luego venderla”.
Andrea, la madre de Jimmy, acepta la ambición de su hijo como un acto de vida,
aunque nunca le inyecta y no le gusta ver cómo otros lo hacen. Igual,
la droga también forma parte de su vida. Nunca conoció a su padre, y
aceptó una oferta para probar la heroína por parte de una mujer que
solía darse a tiros con su madre. Después se dedicó a la prostitución y a
“robos menores” en tiendas.
Ahí fue cuando encontró a Ron, un tipo recién mudado a Washington, y que vendía una buena variedad de pastillas, “polvo de ángel” y heroína. “Pensé que sería bueno para Jimmy tener un hombre cerca” dice Andrea acerca de su relación con Ron.
Ron,
de 27 años, vino del sur. Él fue el primero en inducir a Jimmy en el
mundo de las drogas. “Él me molestaba todo el día, que dónde fueron los
tiros, qué están haciendo, y un día me dijo ¿cuándo puedo drogarme?”
dice Ron. “Yo dije ahora mismo. Lo dejé inhalar un poco y, maldición, el
pequeño estaba realmente drogado”. Seis meses después, Jimmy era
adicto.
La heroína es parte de la vida de muchos vecindarios en Washington, afectando a muchos adolescentes y adultos, quienes se aislan del mundo que los rodea. El problema en el distrito ha crecido a proporciones epidémicas, con el influjo diario de la llamada “Media Luna dorada”, heroína proveniente de Irán, Pakistán y Afganistán. Washington es cuarta en una lista de la Agencia Estadounidense contra las drogas (DEA) como uno de los mayores puntos de entrada de heroína.
La
“media luna dorada” es más fuerte y barata que las versiones de Asia
Sudoriental o México y su fácil acceso la han agregado a lo que ya era
un grave problema en la capital del país. David Canaday,
agente especial de la DEA, asegura que no pueden hacer nada pues no
tienen lazos diplomáticos con los países en cuestión.
En el hogar de
Jimmy, mientras tanto, la muerte aún no ha llegado. Los expertos dicen
que muchos de estos niños no alcanzarán la adultez, pues corren el
riesgo extremo de morir de una sobredosis. “Él debería estar cerca” dice
la doctora Dorynne Czechowisz, “aun así no es tarde para iniciar un
tratamiento” afirma. Mientras Jimmy permanece irritado en una mecedora. “Tranquilo” le dice Ron, quien sale del cuarto. Entonces el niño toma un “láser de luz” de Star Wars y empieza a entretenerse.
Ron
regresa con una jeringa y se dirige a Jimmy: “déjame ver el brazo”. La
aguja se desliza en la piel del niño como una pajilla que entra en un
vaso de una malteada. Jimmy cierra los ojos durante todo el proceso.
Ahora los abre y mira rápidamente alrededor del cuarto. Consigue llegar a
una mecedora y se sienta. Está en estado de"nod", un movimiento típico de alguien drogado.
“Hombre, muy pronto” dice Ron “deberás hacer esto por ti mismo”.
*Reportaje sobre Jimmy publicado en The Washington Post |
*Imagen sacada de http://alumnos.unir.net/aidamarsal/files/2013/01/Jimmys-world.jpg |