El
pasado 25 de octubre tuvo lugar en Oviedo la entrega de los Premios Príncipe de
Asturias, con los que se pretende galardonar y contribuir a la exaltación de
valores científicos, culturales y humanísticos. Este año una de las premiadas
fue mi fotógrafa favorita, Annie Leibovitz, que suele ser conocida por los
trabajos realizados para la revista Rolling
Stones (como por ser la autora de las
emblemáticas instantáneas de John Lennon desnudo abrazando a Yoko Ono y la del
expresidente Nixon abandonando la Casa Blanca). Leibovitz tiene una
concepción de la fotografía fascinante y creo que sería interesante que pudiera
apreciarlo al verlo reflejado en el breve discurso que ofreció en el acto,
donde también destacó que en estos tiempos difíciles para los oficios
artísticos lo primordial es ensalzar los valores de la creación.
"Es un honor realmente
extraordinario. Estoy profundamente agradecida y honrada por estar con ustedes
esta tarde. Con este premio, me unen a un grupo maravilloso de artistas,
escritores, compositores, arquitectos y cineastas. En este momento, me viene a la
mente una galardonada anterior que significó mucho para mí: Susan Sontag. Me
siento muy orgullosa por estar aquí y mi orgullo es aún mayor al representar el
medio de la fotografía. Hace quince años, en 1998, otro fotógrafo, Sebastiao
Salgado – que sirve de inspiración a tantos de nosotros– fue galardonado por la
Fundación.
Para mí, la fotografía representa
la vida misma. Es comunicación y permite el intercambio de experiencias. Nos
permite mostrar a otros lo que vemos, las cosas que nos fascinan, las personas
y los lugares que amamos y apreciamos. Algunos fotógrafos desvelan nuestras dificultades
y desdichas, aquello que nos traiciona y nos frena. Otros nos transportan a
mundos que nunca podríamos visitar, o nos ayudan a entender mejor a personas a
las que, de otra manera, nunca conoceríamos. Al mismo tiempo, con una cámara
podemos retener los momentos fugaces de nuestras vidas. Una fotografía
posibilita que recordemos, por ejemplo, esa estampa increíble que nos fascina
cuando la vemos y que luego desparece de nuestra visión. O ese memorable
evento; ese lugar que visitamos una vez; nuestros hijos que crecen y cambian
tan rápidamente. Las personas que amamos y de quienes aprendemos. Los momentos
felices, tristes y profundos que animan y enriquecen nuestros días.
La fotografía siempre ha tenido
ese increíble poder para detener y retener el presente, antes de que
desaparezca en el pasado.Y, sin embargo, el valor de la fotografía como una
actividad seria se ha puesto en duda desde la invención de las cámaras. Durante
mucho tiempo, la cuestión era si la fotografía era arte o no. Finalmente se
decidió que la respuesta era que sí, pero ahora la pregunta es si la fotografía
ha muerto o no.Hasta se hacen congresos sobre este tema. En uno de esos congresos
se planteó recientemente que, aunque la fotografía podría no haber muerto, sí
era muy probable que los que hubieran muerto fueran los fotógrafos. Aquí y
ahora, cuando más personas que nunca han aceptado la fotografía como forma de
arte, otros se preguntan si la imagen fija podrá sobrevivir en esta era de la
imagen digital, de los teléfonos con cámara, de las grabaciones de vídeo de
fácil acceso y de la cada vez mayor influencia de la televisión y de Internet
sobre el objeto fotográfico y la página impresa.
Leibovitz en la Fundación Príncipe de Asturias/Miguel Riopa (AFP) |
¿Es la fotografía menos especial que
nunca, menos significativa, ahora que cualquier persona puede hacer una foto,
que se hacen millones cada segundo y que nadie sabe si todas esas imágenes
digitales van a sobrevivir o cómo lo harán? La verdad es que la fotografía se
inventó precisamente para que cualquier persona pudiera crear una imagen. Para
que cualquier persona, de cualquier clase o posición social, pudiera tener una imagen
de ella misma, o de sus familiares y amigos, o de los paisajes y las vistas y
las cosas que fuesen importantes para ella. El poder de la fotografía es el
poder de compartir nuestras experiencias con otras personas, al margen de las
diferencias temporales, geográficas, de educación y de creencias. El poder de
mostrar lo que, de otra manera, no podría creerse. El poder para detener y retener
esos momentos que acaecen fugazmente a nuestro alrededor.
Pero ser fotógrafo es una
elección. Comprendí de joven que lo que hacía tenía importancia. A principios de
la década de los setenta, tuve la suerte de formar parte de una revista, Rolling Stone, donde me tomaron en
serio. Tan en serio como podía ser tomada una chica que trabajaba en una
revista en la década de los setenta. Mi vida transcurría de un trabajo a otro.
Hacía fotos de los conciertos de rock pero nunca oía la música. Mirar no me
permitía hacer nada más. El mirar me consumía. Mi estado de ánimo dependía de
la última fotografía tomada. Si hacía una buena fotografía, estaba eufórica,
viva. Si mis fotos no eran buenas, me sentía fatal,fracasada, deprimida. Hasta
que hacía la siguiente fotografía buena. Fui reportera gráfica en un primer
momento y de pronto me vi haciendo retratos. El retrato me dio la libertad de
poder tomar partido, de tener una opinión, de ser conceptual y de poder seguir contando
historias.
No tengo las habilidades sociales
que tienen muchos buenos retratistas, pero amo la fotografía. La fotografía
siempre ha sido lo primero. Para el fotógrafo, la fotografía no es sólo algo
que queda registrado. Es la expresión de un punto de vista. El trabajo del
fotógrafo es expresar ese punto de vista de forma tan acertada y consciente como
le sea posible, con su talento, experiencia e intuición. El fotógrafo es quien
registra la experiencia de la mirada y la transforma en una imagen duradera.
Humildemente, creo que este honor
que me otorgan esta tarde refleja la convicción de que la fotografía tiene un
poder increíble. Que a pesar de que está cambiando, la imagen es cada vez más relevante
y tiene más fuerza en nuestras vidas que nunca. Muchas gracias."