Si ríes, todas las personas que
se encuentran a tu alrededor reirán contigo. En cambio, si lloras, es muy
probable que acabes haciéndolo en completa soledad. Por desgracia, siempre
existe una versión distorsionada de lo que he mencionado: creemos que en los
peores momentos que atravesamos serán cuando todos esos individuos a los que
apreciamos nos brindarán su apoyo. Pero, ¿lo creemos realmente o nos tragamos
nuestros propios engaños?
Quizás sea yo la única en el
mundo que tenga una teoría un tanto pesimista acerca de la amistad. O puede que
la amistad esté demasiado infravalorada. O tal vez sea que dicho concepto no
tiene cabida en la práctica. No lo sé. No obstante, me da la impresión de que
tengo una definición de lo que significa tener un amigo demasiada utópica para
los tiempos en los que vivimos, hecho que explicaría que me choque tanto ver
como dos personas que acaban de conocerse se llaman mutuamente amigos. Para mí
la amistad consiste en que las personas implicadas en tal relación estén en
todo momento, tanto en los buenos como en los malos. Como dice el refrán, en la
prosperidad nuestros amigos nos conocen, pero es en la adversidad cuando nosotros los conocemos a ellos. No es
amigo aquella persona a la que que cada día vez (por ejemplo, en clase) y que
tan solo está en tu vida de forma momentánea, para pasar el rato y reír de vez
en cuando con ella. Eso, yo lo llamo, “coleguilla”.
Ahora bien, eso no significa que
un “coleguilla” no pueda convertirse en amigo. Basándome en mi propia
experiencia, me he encontrado con algunos expertos aduladores que afirman,
cuando todo marcha viento en popa, que para ellos soy su amiga. Sin embargo, las
palabras se las lleva el viento y es, por eso, que ese tipo de comentarios me
entran por un oído y me salen por el otro. En lo que considero mi teoría
realística de la amistad, sostengo que la mayoría de los lazos con los demás
son fruto del interés, que desembocará, tarde o temprano, en una efímera
confraternidad. Pero no todo lo que pienso está basado en la decepción: todavía
existe una ínfima raza en peligro de extinción: esos anhelados amigos que sí
tienen los valores morales y éticos que implica, a mi juicio, el significado de
la espinosa palabreja. Y esos valores también pueden encontrarse de manera
ocasional en un “coleguilla”. Pero es bueno recordar que la amistad solo puede
demostrarse con acciones, porque un amigo no es una palabra, es un hecho.