23 ene 2014

El reportaje de guerra no es una vocación, es una misión


Cada día apreciamos en los medios de comunicación noticias y materiales audiovisuales acerca de los numerosos conflictos bélicos que se están efectuando en diversos sitios. Gracias a estas informaciones, todos somos conscientes de la implacable realidad que acontece en los territorios del mundo y de las contiendas que  se producen. No obstante, a veces, el público llega a ignorar e infravalorar la importante tarea que realizan los profesionales que les transmiten dichos conocimientos, sin saber las consecuencias que estos sufren a su costa. ¿Qué hay detrás de esos contenidos? ¿Merece la pena trabajar como comunicador de enfrentamientos bélicos?


Jon Lee Anderson es uno de los periodistas que ejerce de reportero de guerra para difundir las informaciones bélicas a los ciudadanos, y, entre las diferentes coberturas que ha tenido que cubrir, destaca su labor en Irak. Uno de sus  referentes profesionales es el periodista y escritor Ryszard Kapuściński (1932-2007), de quien adopta muchas enseñanzas para trabajar de la forma más eficaz posible. Al igual que él, admite que la objetividad absoluta que se requiere como periodista no existe, pero postula que un profesional debe mantenerse neutral y no posicionarse en ningún bando implicado en la guerra, pues si lo hiciese resultaría peligroso y estaría manipulando la información que tiene que emitir. Sin embargo, eso no significa que no pueda implicarse personalmente, dado que el reportaje de guerra se caracteriza por un enorme grado de implicación, tanto al tener que tratar con combatientes y víctimas de los conflictos como al lidiar con su propio deber moral. De hecho, Anderson  indica que como periodista, uno no sale ileso de las guerras. Y las lesiones pueden ser psíquicas o emocionales, pero son permanentes”.


Tratar con personas que han perdido a sus seres queridos, ser testigo de cómo muere una persona ante tus ojos, apreciar las consecuencias que una guerra ha provocado. Ser reportero de guerra ocasiona heridas imborrables. Los periodistas, pese a su trabajo, siguen siendo humanos que tienen que exponerse ante situaciones complejas marcadas por numerosas tragedias, muertes y dolor; y es indiscutible que mantener la compostura ante esto algo digno de encomio. No obstante, en mi opinión, ese sufrimiento no es en vano. Dejando a un lado la evidencia de que al ser consciente de esas adversidades el periodista aprende importantes lecciones, cubrir cruzadas e informar a los ciudadanos de ellas no solo tiene un gran valor informativo, sino lo que es más transcendente: puede contribuir con ello a salvar vidas. Si no existiesen los corresponsales de guerra, ¿quiénes informarían de las contiendas y cómo sabríamos si estamos en un lugar seguro?

 Es innegable la importancia de la figura de los reporteros de guerra en nuestra sociedad, individuos que arriesgan su vida para informarnos y que, como Kapuściński, admiten que el serlo “no se trata de una simple vocación, sino de una importante misión”.