21 jun 2013

Fines y medios pacíficos


Dijo en su momento el dibujante y humorista español Antonio Mingote (1919-2012) una gran verdad que desde que la escuché se me quedó grabada en mi cabeza: "Todos quieren la paz, y para asegurarla, fabrican más armas que nunca." La anhelada paz que el ser humano siempre afirma desear ante todos los medios de comunicación y los altos cargos de la sociedad... Pero, ¿realmente el objetivo que tenemos es alcanzarla o, por el contrario, erradicar el más mínimo rayo de esperanza de obtenerla?



Me parece , no sé si a ustedes les ha ocurrido lo mismo, que siempre se nos ha expuesto la guerra como algo estrictamente necesario, como un elemento que ha estado presente desde el principio de la historia y que debe de estarlo hasta el último día para garantizar la paz. Sin embargo, es curioso y un tanto paradójico que la definición de paz sea "ausencia de la guerra". Esto es un poco contradictorio, ¿verdad? Queremos lograr la paz a base de guerras, que generan importantes consecuencias negativas a millones de personas, que fallecen o, que en el mejor de los casos, tienen que vivir en condiciones lamentables. Un ejemplo de ello lo tenemos en la Segunda Guerra Mundial, en la que murieron entre 60 a 73 millones de personas, según informa Source List and Detailed Death Tolls for the Primary Megadeaths of the Twentieth Century (http://necrometrics.com/20c5m.htm), siendo el país más afectado la URSS, con 19 a 34 millones de personas fallecidas.

En el fragmento de El clarín de la conciencia, que publiqué ayer, Martin Luther King decía una premisa básica acerca de esto que estamos considerando hoy: "para alcanzar un fin pacífico, debemos emplear medios pacíficos". No entiendo, sinceramente, como hay personas cuya capacidad mental no logra asimilar algo tan básico, que podría asemejarse a un ejemplo tan ridículo como que cuando disparas a alguien, éste sangra. Si utilizas medios violentos para asegurar así una paz futura, demuestras que lo último que quieres es lograr tal meta. Sinceramente, tal vez haya personas de gran notoriedad a quienes les convenga garantizar la lejanía hacia la paz, pues ésta le supondría numerosas pérdidas económicas.

Pero no podemos culpar a los altos cargos de no ir tras la meta de obtener paz cuando muchas de las personas que la deseamos somos cómplices de tal fechoría. Para que haya paz en el mundo entiendo, personalmente, que antes tiene que haber justicia, entendida como igualitaria (es decir, sin importar raza, sexo, religión, forma de pensar o incluso hasta de vestir). A veces, en contados momentos, intento ser optimista y pensar que poco a poco se irá consiguiendo paulatinamente, pero luego enciendo la televisión, veo las noticias y me doy cuenta de que vivo en una engañosa utopía, lo cual me lleva a mi negativismo habitual y caracterizante.

Así pues, con mi pesimismo, ahora mismo considero que este mundo no sobrevivirá ante tanta catástrofe provocada por el ser humano, no podrá tolerar tanta hipocresía que cierra los ojos ante la realidad, y nosotros, víctimas y cómplices de este absurdo sistema plagado de violencia, nos hundiremos ante tanta miseria, muerte, desolación y guerras.