3 mar 2013

Casi no duermo pensando que vendría un tsunami


Cuando vi por primera vez Psicosis (1960), estuve un largo tiempo duchándome con la puerta abierta para poder pedir auxilio por si a un psicópata se le ocurría asesinarme mientras me duchaba. Cuando visualicé Tiburón (1976), no quise ir en verano a ninguna playa, y si iba, cuando me bañaba estaba pendiente de que no apareciese ninguno, estaba tan obsesionada que  llegaba a confundirlos con bolsas de plástico que flotaban. Ayer vi Lo Imposible (2012) y casi no me duermo pensando que vendría un tsunami. La verdad es que yo nunca he querido ver esa última película y he llegado incluso a cometer el error de prejuzgarla sin haberla contemplado, pero, por casualidades de la vida, tuve que ver esa dichosa película de la que todos hablan. 

"Es imposible no llorar mientras ves la película", me decía mucha gente tras verla en el cine. Pensaba que estaban exagerando de manera descomunal, pero después de llorar durante 114 minutos, me di cuenta de que al menos soy igual de llorona que el resto. ¡Pero, es muy triste, si lloré hasta viendo Buscando a Nemo! ¿Cómo no lloriquear viendo una película basada en hechos reales en la que se muestra el dolor y la terrible experiencia de las personas que fueron víctimas del tsunami acaecido en el Sudeste Asiático en 2004  y que causó la muerte de miles de personas? 

Yo no sollozaba porque Ewan Mcgregor no encontrase a su familia, tampoco porque Naomi Watts pareciese salida de un episodio de The Walking Dead, y mucho menos por sus hijos ficticios (que por cierto Tom Holland se hizo un "papelón"). Yo lloriqueé pensando en todo el sufrimiento que deben sentir las verdaderas personas que pasan por ese tipo de  catástrofes  naturales. Antes de ver la película, también me había puesto en el lugar de las víctimas de estos desastres, pero tras ella se me hizo imposible no ponerme en el lugar de alguno de los protagonistas y preguntarme en primera persona qué pasaría si de repente, en Tenerife, ocurriese algo similar y perdiese a las personas a las que más quiero.

Aunque, anteriormente, por razones que no comentaré porque no me apetece ni vienen a cuento, criticaba Lo imposible y , cabezotamente,  me decía a mí misma que jamás la vería, ahora, cambio de opinión rotundamente y recomiendo verla, dado que, pese al sufrimiento que durante la película puedas padecer, invita a la reflexión y te hace ver las cosas desde una perspectiva diferente.