30 ago 2013

Ser feliz sin saberlo





Todos deseamos ser felices, poder llevar la vida que tanto anhelamos sin obstáculos y dificultades que nos hagan desviarnos de ese idóneo camino. Aunque el concepto de felicidad es relativo y propio para cada individuo, lo cierto es que alcanzarla siempre ha sido uno de los objetivos prioritarios del ser humano desde los tiempos más remotos. Sin embargo, tras mucha meditación, he llegado a la conclusión de que nos pasamos la mayor parte de nuestra vida intentando adquirir la felicidad sin darnos cuenta de que, frecuentemente, somos felices sin saberlo.


Siempre he defendido que la felicidad es algo cambiante, pues se basa en distintas etapas. Me explico: resulta evidente que todos pasamos por rachas mejores y otras, por el contrario, peores, algo que sin duda afecta directamente a nuestras circunstancias y hacen que afrontemos situaciones más desagradables o deleitosas.Con normalidad, cuando atravesamos las fases caracterizadas por múltiples disgustos, no podemos ser felices en términos que engloban todo lo que dicho concepto conlleva. Por lo tanto, mi deducción es que en los malos momentos no somos felices, mientras que en aquellos en los que no tenemos que preocuparnos por las dificultades inexistentes, lo somos. Desde mi punto de vista, esto es algo demasiado lógico y entendible para cualquier persona, no obstante, no todos opinan del mismo modo que yo, algo que también es muy respetable.


Como dije con anterioridad, cada persona tiene su propia idea de en qué consiste la felicidad, tal vez sea ostentar un puesto laboral de gran prestigio; pertenecer a la élite social; poseer grandes recursos económicos; etc. También son muchas los sujetos que se intentan autoconvencer de que están destinados a una eterna infelicidad y que son los seres más desgraciados del mundo, cuando con tan solo ver las noticias a diario podrían darse cuenta de la suerte que tienen en comparación con otros. Por otro lado, están los que opinan haber obtenido la verdadera felicidad, pero que, en realidad, están cegados por una mala interpretación de lo que ella significa.


¿Cómo saber si somos felices? Ni siquiera sé contestar a dicha cuestión sin contradecirme a mí misma y escribir cosas que pudieran parecer, a primera vista, inentendibles. Pese a esto, puedo afirmar que siempre llegará un punto en nuestras vidas en los que echaremos la vista atrás y pensaremos “en aquella época era feliz y no me daba cuenta de que lo era”. Por eso, he optado por entender que, en lugar de preocuparnos por alcanzar la felicidad, deberíamos preguntarnos primero qué entendemos por felicidad y dejar de obsesionarnos con si lo somos o no. Al fin y al cabo, muchos somos felices sin saberlo.