8 abr 2013

Insolencia hacia un juez


Penélope Soto, de 18 años de edad, estrelló su bicicleta en Miami bajo la influencia de ansiolíticos de la marca Xanax. La sanción que le correspondía por esta falta no debería haber sido tan grande como la que finalmente tuvo, ni aún teniendo en cuenta la desventaja  de que la policía encontrase otras 26 pastillas en su poder cuando fue a auxiliarla. Sin embargo, su mala educación ante un juez casi le cuesta una fianza de $10.000 más 30 días en la cárcel. ¿Queréis conocer más detalladamente su historia?

Principalmente, la joven, haciendo gala de su irreverencia y mala  educación, le regaló tras la sentencia al juez un "adiós" en un tono burlesco. Él, a su vez, le pidió que regresase y señaló una nueva sentencia, y, mostrando su descontento, Penélope le dedicó una ofensiva peineta que culminó en la resolución que anteriormente hemos citado, puesto que fue considerado como un acto irrespetuoso, lo que se traduce en términos jurídicos en desacato hacia el tribunal.

¿Cómo acabó la historia? Pues, como suele ser habitual ante estos casos, le pidió al magistrado disculpas el día posterior, pues nadie quiere cumplir una condena mayor que la que en realidad le correspondería. De hecho, sus palabras textuales fueron: "“mi comportamiento fue muy irracional, me disculpo ante usted, el tribunal y mi familia”. 


Para las personas que puedan argumentar que su mala educación pudo haber sido fruto de su temprana edad, cabe señalar que yo tengo, actualmente, la misma edad que ella y sé perfectamente como comportarme sin faltarle el respeto a nadie, y menos a una persona que posee un cargo tan importante y que puede llegar a juzgarme. Como a pasado siempre, hay personas menos maduras que otras, así que menospreciar a la minoría que demostramos tener día a día un pequeño grado de educación me parece una grave falta de respeto, pues considero que no hay que generalizar tanto en determinados casos. Además, recordar que no es el único caso en el que una persona ha faltado al respeto a un juez, dado que individuos mayores de edad han llegado a ser incluso más insolentes y groseros que esta peculiar muchacha.

Desde mi punto de vista, siempre podemos sacar una moraleja de cada historia, y la de esta es evidente: mejor estar callada y parecer tonta que hablar y corroborarlo. Y si nos ponemos tiquismiquis, también podemos extraer la conclusión es mejor seguir los consejos de un abogado y no hablar por nosotros mismos, pues correríamos el riesgo de que por nuestra ignorancia se derivasen unas fatales e innecesarias consecuencias.