12 abr 2013

Oferta y demanda televisiva


La culpa de que en la parrilla televisiva encontremos una numerosa serie de programas que pertenezcan al género telebasura no solo la tienen las productoras y sus altos cargos, la tenemos nosotros, la audiencia. Sin demanda no hay oferta, y parece ser que somos tan imbéciles que aceptamos toda la oferta que se nos muestra, sin cuestionarla y aceptando  todos esos contenidos que nos hacen perder las pocas neuronas que nos quedan. En lugar de exigir contenidos entretenidos y educativos, optamos por programas plagados de personajes que pegan patadas al diccionario cada vez que abren la boca, se gritan los unos a los otros u ofrecen contenidos sexuales explícitos. Siento decirlo tan claramente,pero me repugna que esos espacios sean los líderes en audiencia existiendo otro tipo de formatos antisensacionalistas que sobreviven, a duras penas, por no participar en ese implorado morbo que tanto vende.

Negar la observación de programas telebasuras es tan natural como inventar  excusas cuando no quieres quedar con alguien, todo sigue el mismo patrón.  Son pocas las personas que admiten, abiertamente, ver esos abundantes espacios, tal vez por vergüenza, desconfianza o incluso, bordería, pues suele estar presente esa frase de "¿a ti qué te importa lo que veo?". Después están las típicas personas que, para esquivar esas preguntas, indican que solamente se centran en la visualización de contenidos educactivos, como que no se pierden ni un documental de la 2. Pero todos sabemos que es mentira. Por culpa de ese  falaz tópico, ya nadie cree que haya gente interesada en ver documentales, cuando somos muchos los que disfrutamos viéndolos. Es cínico afirmar que jamás hemos visto un programa de semejantes características, pues queramos o no, todos hemos visto esas porquerías que solo buscan entretener al público a costa de polémicas (ya sea premeditadamente o por casualidad al hacer zapping ).

Lo triste es que los espectadores estamos tan acostumbrados a recibir esos espacios televisivos que ya no nos preocupan los asuntos que traten o dejen de tratar. Nadie piensa que se ha convertido en un esclavo de la caja tonta, en un  común molde por el que millones de personas también pasan, a pesar de que esté en malas condiciones, con abolladuras y sucio. Pero lo cierto es que esta programación adquiere en nosotros un efecto hipnótico que nos convierte en zombies descerebrados, que se conforman con cualquier estupidez que nos pongan a nuestro alcance. Y luego nos quejamos de los efectos adversos que tiene el consumo televisivo, pero bien que nos encanta exponernos horas y horas frente a una pantalla en lugar de hacer cosas más útiles.

Me imagino a los altos cargos de las productoras en una "reunión" burlándose de lo analfabetos que somos  el público por demandar los mismos contenidos que ellos compran o producen,sin exigir absolutamente nada. Parece que la demanda ya ha desaparecido, dejando lugar únicamente a la oferta, cuyo lema es "lo tomas o lo dejas", es decir, que si no te gusta los contenidos televisivos, deja apartada la televisión y dedica tu tiempo libre fuera de la pantalla, algo extremadamente terrorífico para algunos.