18 may 2013

Aniversario de mi atropello


Sé que los fines de semana no escribo, pero se trata de un día especial. Tal día como hoy, hace justamente tres años, el conductor de un Toyota Avensis me atropelló cuando regresaba del instituto. ¿El resultado? Fractura de ramas pélvicas izquierdas, ignorando otras consecuencias que, en comparación, resultaron más leves .En su momento fue algo traumático (sobre todo  no poder caminar y ver cómo mi cara y parte del antebrazo derecho estaban quemados por el asfalto), aún recuerdo todos los detalles de tal experiencia, y tardé bastante tiempo en asimilar por qué de repente me encontraba la camilla de un hospital, así como en recuperarme (pasé varios meses en rehabilitación, utilizando desde una silla de ruedas hasta muletas, pasando por un andador). Como he dicho en otras ocasiones, soy creyente de que de toda mala experiencia puede sacarse algo positivo, y de esta no iba a ser una excepción.

Como he dicho, me acuerdo perfectamente todo lo que ocurrió, desde el coche enfrente mía hasta lo que pensé in situ. En ese momento, lo primero en lo que medité fue en  que iba a morir sin haberle dicho a las personas más importantes de mi vida lo mucho que les quería y apreciaba. No volvería a ver a mi madre, a mi hermana, y al resto de mi familia materna (la única que, verdaderamente, he tenido). Sinceramente, sentí más dolor al reflexionar en estas cosas que el  del propio impacto del vehículo. Sin embargo, tuve la suerte que pocos tienen de permanecer viva tras un accidente de tráfico.

Este día marcó un antes y un después. Tuve mucho tiempo para pensar y quitarme la venda que tenía colocada en mis ojos desde hace mucho tiempo, creo que crecí como persona y me dí cuenta de lo que vale la pena en esta vida y con quiénes puedo contar realmente. Unos días antes del accidente, un profesor dijo en clases que él era feliz por el hecho de estar vivo, y pude comprobar en primera persona la veracidad de sus palabras.

Quiero dar las gracias a todas las personas que estuvieron ahí, en esos malos momentos, pero también a los que no, porque de ese modo pude apartarlos de mi vida y quitarme  ese ambiente negativo en el cual me rodeaban. Pero, inevitablemente, el agradecimiento va especialmente dirigido a mi parentela (venga va, aunque cueste decirlo, lo digo: os quiero mucho).

Como dijo Óscar Wilde, "a veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante". Previamente, era de la clase de personas que daba demasiada importancia a la rutina, uno de los tipos de esclavitud más terribles. También me creía inmortal, esas cosas que solía ver en las películas jamás podrían pasarme a mí en la vida real. Pero lo cierto es que nadie sabe las vueltas que puede dar la vida, y las cosas que pueden llegar a suceder. 

Por eso, ahora intento darle importancia a las cosas que lo merecen, me esfuerzo en demostrarle a las personas que quiero lo relevante que son para mí (aunque muchas veces no lo diga con palabras), pongo un listón muy alto para las personas que desean considerarse parte de mis amistades, disfruto de cada instante en el que respiro, trato de reír más y tomarme la vida con humor, pues ya es bastante amarga como para encima no mostrar alegría y no echarle  azúcar al café (es una metáfora que  siempre me gusta emplear).

Puede que tú no hayas pasado por una experiencia en la que hayas podido perder la vida, pero, ¿que sucedería si de pronto te ocurriese? ¿Habrías llevado la vida que deseabas? ¿Hubieras expresado, con anterioridad, lo que sientes a tus seres queridos? En caso de que la respuesta a estas cuestiones sean negativas, todavía estás a tiempo de valorar lo que tienes.