6 may 2013

La felicidad está sobrevalorada


He comenzado la semana siendo bastante pesimista y triste. Normalmente intento guardar para mí misma las estupideces que  suelo pensar, o en su defecto, me limito a escribirlas en la primera hoja de la libreta que pille. Pero bueno, teniendo en cuenta todas las tonterías que habré dicho ya en este blog, ¿por qué no seguir con la tradición? Cabe la posibilidad de que mis quebrantos le alegren el día a alguien. Para bien o para mal, mi parte más desmoralizada ha regresado de nuevo, y parece querer quedarse por un periodo indefinido.

A veces me pregunto si vale la pena todo aquello por lo que me esfuerzo diariamente. Todo se basa en ridículas utopías que persiguen la falsa idea de que conseguiré con mucho empeño y sacrificio todas las metas que me proponga en esta efímera existencia. ¿Pero para qué mentirme a mí misma con pensamientos positivos cuya irrealidad soy consciente? Siento decir la verdad tan bruscamente, pero querer nunca ha significado poder, a pesar de que muchos mentirosos afirmen lo contrario para crearnos falsas ilusiones y expectativas.No se nos permite delirar en este mundo de diseño. Parece que el lema que predomina en nuestro entorno es "no se puede vivir de sueños", y solo unos pocos afortunados consiguen alcanzar sus objetivos, o al menos eso dicen ellos.

Es desmotivador a la par que desgarrador esforzarte excesivamente en algo, con todo el  ánimo y afán posible, para luego, a la hora de la verdad, darte cuenta de que nada ha merecido la pena. No has conseguido nada de lo que tanto deseabas al principio. Entonces, te invade un sentimiento de pesadumbre que nada puede aliviar, pues una vez que se pierde el entusiasmo y la ilusión es muy difícil recuperarlos. Caes en un pozo oscuro y hondo que parece no tener fondo. Te pierdes en un laberinto sin salida. Nadas en un mar que no conduce a tierra. En este contexto, te planteas seriamente, como he dicho, para qué sirve desvivirse por una finalidad que jamás podrás cumplir. ¿De qué sirve esmerarse si nadie, ni siquiera tú, va a reconocer tu ahínco?

 Mucha gente considera que ser positivos puede resultarnos beneficioso. Existen infinitos libros de autoayuda que indican que la positividad es la mejor forma de enfrentar las dificultades que se nos presente. Aunque es una opinión muy respetable, discrepo: ver el lado bueno de las cosas puede hacer que te conviertas en una persona incapaz de apreciar la realidad. No vivimos en un mundo perfecto, cada día suceden cosas espantosas a nuestro alrededor, y tan solo nos enteramos de algunas gracias a los medios de información. Detesto a los individuos que piensan que todo lo malo que les sucede traerá consigo algo beneficioso. ¿Pero qué clase de alucinógenos se han tomado para vivir en "Los mundos de Yupi"? "Después de una tormenta siempre viene la calma". ¡Cuánto daño han hecho los refranes populares! Cuando viene un problema, siempre suele traer consigo compañía para rato. ¿Qué se  muere alguien a quien aprecias? ¡No pasa nada! Después de la tormenta llega la herencia. ¿Qué de repente te atropellan y casi acaban con tu vida? ¡No hay problema: recibirás indemnización! ¿Qué tu pareja te engaña? ¡Fantástico, seguro que encuentras a alguien que merezca la pena! ¿Qué te roban el móvil? ¡La perfecta excusa para comprarte el último  del mercado que tanto deseabas! ¿Pero cómo pueden  llegar a pensar algunos individuos de ese modo? ¿Soy la única que piensa que han perdido un par de tornillos?

Ser negativos tiene sus ventajas. Al pensar siempre lo peor, no te desilusionas cuando te das cuenta de la veracidad de tus razonamientos, pues ya te lo esperabas. Y cuando sucede el caso inverso y eres perfectamente consciente de que te has equivocado, te llevas la alegría de que no todo está perdido y que siguen existiendo alicientes para continuar en esta lucha llamada vida. Incluso me atrevería a afirmar que la tristeza puede conllevar consigo ventajas: es uno de los pocos sentimientos que te demuestra lo que en verdad te importa.

La felicidad está sobrevalorada. La mayoría de personas tienen como prioridad ser felices, cuando su ventura implica la infelicidad de los demás. Pienso, y pensaré, que ser felices eternamente en este mundo es algo posible. Soy creyente de la felicidad momentánea, de que en un preciso instante puedas pensar que eres el ser humano más afortunado de la tierra. Pero tras el éxtasis llega la reflexión. Como un jarrón de agua fría. Y de esa manera te das cuenta de que nada es lo que parece. Nada es imperecedero, todo tiene su final.