14 may 2013

El tiempo pasa



Malgastamos el tiempo en meditar acerca de cuáles son nuestras intenciones a largo plazo ignorando que no sabemos lo que nos depara el futuro. Las cosas pueden cambiar rápidamente, de la noche a la mañana. ¿Para qué molestarnos, entonces, en hacer planes para un lejano día si no tenemos la certeza de si para aquel entonces podremos cumplirlas? Una vez más me he dado cuenta, de la peor forma posible, de que en esta vida nada puede planificarse.

Decía en su momento John Lenonn que "la vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes", y lo cierto es que lleva toda la razón. Mientras los días pasan, estamos tan ocupados con la rutina que nos esclaviza que no somos conscientes de que con cada paso que damos nos hacemos viejos.  La horas pasan y creemos que disponemos de todo el tiempo del mundo para hacer nuestros respectivos quehaceres, cuando no es así. Y luego, con el paso del tiempo, nos daremos cuenta de cómo hemos malgastado los años anteriores.Cabe destacar, además, que todo en este mundo es, en mi opinión, relativamente efímero y absurdo. Muchos se concentran en llevar una vida dedicada exclusivamente al trabajo, pues entienden que la clave del éxito en la vida se basa en las riquezas materiales que posea, reduciéndose todo a ganar dinero. Sin embargo, todo tiene un coste de oportunidad, y mientras dedicas numerosas horas a realizar tu empleo, no estás con tu familia ni disfrutas de tiempo de ocio.

Y de pronto, cuando todo marcha viento en popa, ocurre algo que desestabiliza por completo tu existencia, y no sabes qué hacer. Cuando ocurre algo horrible que no nos imaginábamos que nos sucediese, muchos tenemos la sensación de irrealidad, de lo surrealista que es todo. Pensamos que no puede ser cierto y no terminamos de asimilar lo que ha pasado. En los duros momentos, ¿qué importa nuestras pertenencias materiales?, ¿puede ayudarnos el dinero ha recuperar aquello que hemos perdido y que sabemos que jamás volverá? La respuesta es evidente.

Lo verdaderamente triste de estas cosas es que te das cuenta de todos los fallos que has cometido, y por mucho que quieras no puedes arreglarlo. Tal vez, si pudiésemos retroceder el tiempo, modificaríamos muchas de las cosas que hicimos o dijimos, e intentaríamos hacer lo máximo posible para que las personas que más nos importan fueran consciente de ello. Pero la intención no es lo que cuenta, y todo ya está perdido.

Quizás deberíamos dejar a un lado la utopía de pensar que somos inmortales y que no pueden sucedernos cosas malas. Tendríamos que sonreír más a menudo, aprender a decir te quiero a las personas que nos importan y dejar de darle importancia a cosas que no las merecen. Así, al menos, no malgastaríamos el tiempo.

No obstante, hay personas que nunca mueren en nuestros corazones, y cuyo recuerdo jamás caeran en las garras del olvido.